Oh espada del Señor, así el profeta apostrofiza el arma de castigo de Jehová, ¿hasta cuándo estarás quieto? desistiendo de una mayor matanza. Métete en tu vaina, descansa y quédate quieto. Pero el profeta, después de dirigirse a la espada en segunda persona, se vuelve a sus oyentes y explica en tercera persona por qué esta liberación es imposible, por qué Dios no puede descansar, desiste de castigar.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad