para que inquietes, busques, mi iniquidad y escudriñes mi pecado? Seguramente la vida de Dios no fue tan corta como para que se viera obligado a recurrir a torturas de este tipo, a fin de forzar una confesión involuntaria de culpa de la boca de Job. Se podría esperar tal forma de actuar en un gobernante terrenal, pero no en el gran Rey del cielo.

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