Y os he dado una tierra por la que no trabajasteis, y ciudades que no edificasteis, en las que habitáis; de los viñedos y de los olivares que no plantó, coméis. Así Israel, sin ningún mérito de su parte, sólo por la bondad de Dios y la misericordiosa bondad, había recibido una tierra gloriosa, un país rico y fértil, en cuyo cultivo no estaban obligados a trabajar con el sudor de su frente, sino que les fue dado a ellos en las mejores condiciones, listo para disfrutar. Los cristianos también estamos obligados a confesar, tanto en lo que respecta a las bendiciones temporales como espirituales del Señor, que no somos dignos del menor de sus beneficios.

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