Esta es ahora la tercera vez que Jesús se mostró a sus discípulos después de que resucitó de entre los muertos.

Mientras los discípulos llegaban a tierra, de una forma u otra, el señor había encendido fuego y les había proporcionado pan y pescado para el desayuno. Tenga en cuenta la narración de detalles peculiares de un testigo ocular. Tenga en cuenta también que la providencia de Jesús es capaz de atender todas las necesidades de sus discípulos, ya sean pequeños o grandes. Siguiendo la orden de Jesús de que trajeran a la orilla los peces que habían capturado y que ahora habían remolcado, Simón Pedro subió a bordo del esquife y, sin ayuda de nadie, tiró la red en la playa.

Su amor por el Maestro y la emoción de la ocasión le dieron una fuerza casi sobrehumana. Muchos trabajos de amor en interés de Cristo y de la Iglesia han parecido imposibles desde el punto de vista del cómputo humano, pero han demostrado ser un asunto relativamente fácil cuando se llevan a cabo en el temor del Señor y con la firme convicción de que era la voluntad del Señor. El evangelista enfatiza dos puntos en este punto: el hecho de que la red contenía un total de ciento cincuenta y tres peces, no pequeños, sino grandes y pesados; y que la red, a pesar del gran peso, no se rompió.

Todos estos detalles se unen para hacer una imagen del poder omnipotente de Cristo que los enemigos no pueden contradecir. Este milagro les enseña a los creyentes de todos los tiempos que el Señor puede y se ocupará de sus necesidades físicas; Él les proporcionará el pan de cada día. Lo suyo es trabajar en su vocación con toda fidelidad y no ceder a la ociosidad por un lado, y a la insensata ansiedad por el otro.

El Señor, habiendo proporcionado ahora la comida, invitó a los discípulos a desayunar. Y los discípulos se alegraron de venir, aunque con cierta moderación. Mientras que antes de Su Pasión habían sido amistosos con su Maestro, una nueva dignidad y distanciamiento forzó su asombrado respeto. Todos sabían que era el Señor y no se atrevían a hacer preguntas. Jesús ahora se adelantó y asumió el papel de anfitrión, distribuyéndoles pan y pescado.

Casi cada acción del Señor les recordaba a los discípulos algún incidente en el ministerio del Señor, y les hacía levantar el corazón en oración de agradecimiento por la bendición de Su presencia. Por cierto, esta tercera aparición a un grupo más grande de discípulos les recordó el gran llamado al que pronto entrarían. El Señor no dejó de estar en contacto con Sus mensajeros; No permitió que sus pensamientos se apartaran por completo del trabajo de la vida real que les aguardaba.

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