Y los príncipes de los filisteos, bien familiarizados con el poder de la voluptuosidad, se acercaron a ella y le dijeron: Seducirlo y ver en dónde reside su gran fuerza, haciendo uso de todos los atractivos posibles que ella tenía para descubrir el secreto de su gran fuerza, y por qué medios podemos prevalecer contra él, para atarlo para afligirlo, para ponerlo en su poder y para someterlo permanentemente; y os daremos a cada uno de nosotros mil cien piezas de plata, una suma de entre tres mil y tres mil quinientos dólares, francamente soborno. Como verdadera hija de Filistea, la mujer accedió a vender al hombre que confiaba en ella tan neciamente.

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