Ahora había hombres al acecho, en una emboscada, que permanecían con ella en la cámara, porque ella había permitido que un espía filisteo se escondiera en el apartamento interior. Y ella le dijo: Los filisteos sean contigo, Sansón. Y él, momentáneamente recuperado por el grito de traición de ella, quebranta los dientes como se rompe un hilo de estopa cuando toca el fuego, cuando se acerca lo suficiente para sentir el calor del fuego. Así que no se conocía su fuerza.

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