(quien por cierta sedición hecha en la ciudad, y por asesinato, fue encarcelado).

Un plan de Pilato, para poner la responsabilidad en otra persona, habiendo fracasado, esperaba tener éxito en otra línea. El prisionero estaba una vez más ante el tribunal de Pilato, por lo que convocó formalmente a los acusadores, a los principales sacerdotes y a los líderes y también al pueblo, cuyo número aumentaba con cada minuto. Los reunió para comunicarles el hallazgo de Herodes y también su propia mente y voluntad.

Resume sus puntos. Su acusación había sido que Jesús estaba alejando a la gente de su lealtad al Emperador Romano. Ahora había hecho una cuidadosa indagación sobre el asunto, no solo en una audiencia privada, Juan 18:33 , sino también en su presencia. Y no se ha comprobado que ni un solo cargo esté respaldado por un testimonio fidedigno o por la confesión del prisionero.

Tampoco el hallazgo de Herodes difirió del suyo. Jesús había sido enviado al gobernante de Galilea y no se le había encargado nada digno de muerte. Pero ahora Pilato cometió su primer grave error público al decirle a la gente que azotaría a Jesús antes de darle su libertad. Si Jesús era inocente, como afirmó repetidamente el gobernador, fue una injusticia manifiesta hacer que lo azotaran de la manera cruel que entonces era costumbre.

Mostró su debilidad ante la gente al hacer esta proposición, porque no quería cargar demasiado su conciencia, ni quería que los judíos quedaran totalmente insatisfechos. El castigo ilegal así anunciado simultáneamente con la intención de liberar al preso preparó el camino para la violenta oposición del pueblo, que ahora ansiaba sangre y sentía que el gobernador estaba en su poder.

Su política débil e inútil resulta en un crimen terrible. “El fanatismo crece por concesión.” Pilato tenía la costumbre de liberar a algún prisionero en el momento de la Pascua, y este favor anterior se había convertido en un deber esperado. Había recaído en él la necesidad de liberarles a un prisionero en relación con la fiesta. Pero antes de que Pilato pudiera siquiera exponer plenamente su sugerencia, con todas las razones por las que la gente debería preferir la liberación de Jesús a la de Barrabás, la multitud comenzó a clamar, no con voces sueltas aquí y allá, sino en una inmensa Grito saliendo de todas esas gargantas a la vez, con volumen abrumador.

No suplicaron ni suplicaron, sino que exigieron con actitud amenazadora: ¡Llevad a éste: al castigo, a la muerte con Él! Pero suéltanos a Barrabás. Esa fue la elección del pueblo: un criminal bajo y espantoso, un rebelde y un asesino, que había sido encarcelado a la espera de la sentencia de muerte. Fue un caso de ceguera y dureza de corazón sin paralelo en la historia. Y pensar que muchas de estas mismas personas probablemente habían estado en el número de los que habían gritado en voz alta hosannas cinco días antes, que por temor a ellos los principales sacerdotes no se habían atrevido a poner sus manos sobre Jesús hace apenas tres días. ! Nota: Si alguien está dispuesto a honrar a Jesús como un gran profeta, pero se niega a arrepentirse y creer en el Salvador, a darle todo su corazón, en realidad está lejos de Su gracia y del verdadero discipulado.

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