Y cuando trajeron sus barcos a tierra, lo abandonaron todo y lo siguieron.

Peter se sintió profundamente afectado por el milagro, del cual no sólo había sido un espectador, sino un participante y un receptor. Fue la primera vez que Pedro estuvo tan cerca del omnipotente poder de Cristo que pudo juzgar su grandeza y majestad. Perteneció a su vocación, tuvo lugar en su barco, con su propia red de pesca, después de sus propios esfuerzos infructuosos, en su inmediata presencia.

Y entonces lanza su grito de confesión y fe: ¡Apártate de mí !, esta evidencia del omnipotente poder de Jesús fue evidencia de su divinidad. Y el Cristo divino es un Cristo santo y sin pecado. Pedro se sintió demasiado indigno para permanecer más en presencia del Maestro, ante quien siempre sintió su pecaminosidad. Porque un estupor se había apoderado de él, tan grande era su asombro. Y los demás del grupo que eran socios de Simon en el negocio de la pesca estaban en la misma condición.

Casi temían confiar en la evidencia de sus sentidos. También ellos fueron embargados por el miedo, que los envolvió, especialmente a Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo. Pero Jesús dirigió una palabra especial de consuelo a Pedro, pidiéndole que no temiera. Y todos de ahora en adelante deberían ser pescadores de hombres. Esta debería ser su ocupación permanente; su vida debería gastarse en echar la red del Evangelio y atraer corazones redimidos al reino de Cristo.

"Como si dijera: Ahora tienes un llamado que eres pescador, pero quiero mandarte otro diferente, que vayas a un agua diferente y pesques gente, llenes el cielo de peces y llenes Mi reino de la misma manera que estos peces ahora llenan tu barca. Para esta calada te daré una red diferente, a saber, el Evangelio; con que pescarás a los elegidos para que se permitan bautizar, creer y vivir eternamente. .

"El llamado de Jesús fue un llamado eficaz. Trajeron sus barcos a la tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. Fueron inscritos formalmente como Sus discípulos. Cuando Cristo llame y muestre el camino a Su servicio, no debe haber consultar con carne y sangre, pero seguir alegremente Su voz y inclinarse alegremente ante Su voluntad. No puede haber ninguna duda en cuanto a la bendición que acompaña a tal obediencia.

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