Sobrellevaré la indignación del Señor, con la humilde sumisión que caracteriza al corazón arrepentido, porque he pecado contra Él, siendo imprescindible una confesión tan libre e inequívoca si el dolor es genuino, hasta que Él defienda mi causa, tomando parte de Su pueblo contra los enemigos, y ejecute juicio por mí, manteniendo y estableciendo Su Iglesia a pesar de toda hostilidad; Él me sacará a la luz, es decir, de las tinieblas del cautiverio y la opresión, y contemplaré Su justicia, porque la liberación de Su pueblo estaba de acuerdo con las antiguas promesas del Señor.

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