Y lavaréis vuestras ropas el séptimo día, como se hacía habitualmente en la ceremonia de purificación, y quedaréis limpios, y después entraréis en el campamento. Hasta el día de hoy, Dios no puede soportar impurezas ni pecados, y está muy preocupado por que los creyentes no se contaminen por el contacto con el mundo.

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