y tomará el sacerdote un puñado de la ofrenda, su memorial, y lo hará arder sobre el altar, y después dará a beber el agua a la mujer. Su juramento la había limpiado de la sospecha de adulterio, al menos en la medida en que pudo hacer su ofrenda, para colocarla ante el Dios santo con un sentimiento de ultrajada inocencia.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad