Todos ellos son adúlteros, siendo la condición espiritual y moral de todo el pueblo la más baja, como un horno calentado por el panadero, que deja de levantar, es decir, de calentar más el horno, después de haber amasada la masa, hasta que ser leudado. La lujuria adúltera e idólatra del pueblo se enardeció hasta tal punto que era como un horno de panadero que ya estaba en un calor tan extremo que podía omitir agregar más combustible mientras terminaba la fermentación de su pan.

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