v. 11. La discreción del hombre aplaza su ira; si siempre sigue los dictados de la prudencia, retrasará su ira y mostrará toda la paciencia debida con los que yerran; y es su gloria, añade a su honorable reputación, pasar por alto una transgresión, no perdonándola e ignorándola, sino evitando que se convierta en propiedad pública, para que se convierta en un bocado de lenguas difamatorias.

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