v. 22. El deseo de un hombre es su bondad, es decir, el valor de su demostración de generosidad depende de su buena voluntad, de la autenticidad de su beneficencia o altruismo; y mejor es el pobre que el mentiroso, el que no puede ayudar, pero es sincero en el deseo de hacerlo, es mejor que el que, con riquezas a su disposición, profesa no poder ayudar.

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