Haz esto ahora, hijo mío, y líbrate, librándote del enredo, cuando llegues a la mano de tu amigo, o, "ya que has venido a la mano de tu prójimo", siendo esta la desafortunada consecuencia de la promesa hecha a la ligera. Ve, humíllate, más bien, "patea con tu pie", en una exigencia enfática, y asegúrate de que tu amigo, importunándolo con gran empeño a cumplir con sus obligaciones, se ocupe del pago de la deuda antes de que sea demasiado tarde.

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