Bendito sea el Señor desde Sion, desde el centro de la verdadera adoración, que habita en Jerusalén, siendo ensalzada su alabanza mediante esta proclamación de su nombre por toda la tierra. Alabado sea el Señor, el salmo termina, como comenzó, con un aleluya gozoso en honor del único Dios y Señor verdadero, cuyas bendiciones se envían por todas partes en el mensaje del Evangelio.

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