Guárdame, oh Señor, de las manos de los impíos, porque no vacilarán en desahogar su rencor con actos de violencia; protégeme del hombre violento, que se ha propuesto derribar mis andanzas, literalmente, "trastornar mis pasos", ya sea tropezando o pateando, la figura que representa la manera maliciosa en que los impíos tratan de hacer daño a los fieles.

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