Y no entres en juicio con tu siervo, tratándolo de acuerdo con su estricta y absoluta justicia; porque ante tus ojos, ante el ojo que todo lo ve del Dios omnisciente, ningún hombre viviente será justificado, ningún ser humano podrá comparecer ante Dios en su propia justicia, alegar la perfección de su vida y conducta. Sólo reconociendo y reconociendo su pecaminosidad sin reservas y entregándose enteramente a la misericordia del Señor, cualquier persona puede esperar la justificación, es decir, por medio de la justicia de Cristo que le fue imputada.

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