El Señor se complace en los que le temen, quienes, al darse cuenta de su propia debilidad y vanidad, sienten su total dependencia de Él, confiando con reverencia en Su favor inmerecido, en los que esperan en Su misericordia. Esa confianza se encuentra con el placer de Jehová y, por lo tanto, va seguida de seguridad y bendición en la ciudad, la casa y el campo.

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