así el Rey deseará grandemente tu belleza, complaciéndose en ella por la belleza de su obediencia, su más fino y precioso adorno; porque él es tu Señor, que la ha hecho suya con el derramamiento de su preciosa sangre; y adóralo, dándole el honor que le corresponde como el gran Señor y sirviéndole en la hermosura de la santidad.

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