Salmo 45:11

El Salmo cuadragésimo quinto es el juramento de coronación de Cristo a Su Iglesia. Y aquí hay tres pensamientos unidos para honrar la ocasión del deleite de Cristo en la belleza de Su Iglesia, el reclamo de Cristo al servicio de Su Iglesia y Cristo el centro de la adoración de Su Iglesia.

I. El servicio de adoración es honrar a Dios. Y esto es algo más elevado y celestial que la adoración que hacemos por nuestro propio bien, para satisfacer nuestros propios deseos y suplir nuestras propias necesidades. Tanto en público como en privado, la parte más alta de la oración y el final de todo lo que pedimos por nosotros mismos o por los demás es la confesión y el reconocimiento que esa oración contiene de la majestad y el amor de Dios Todopoderoso.

II. Note con más precisión cómo debemos hacer el servicio de adoración. Es sólo cuando cualquier adoración de nuestros propios seres se mezcla con la intercesión de Jesús y está perfumada con Su dulce nombre y mérito que sube agradablemente a Dios. Es el Cristo que está en todo lo que lo hace servicio. (1) Por tanto, el primer requisito para realizar el culto es la presencia y el reconocimiento de la presencia del gran Sumo Sacerdote.

(2) Recuerde que si la adoración es un servicio, ustedes son los sirvientes que deben realizar el servicio. Ustedes son sacerdotes de Dios, es la propia palabra de Dios, son sacerdotes de Dios para ofrecer sacrificios espirituales, aceptables a Dios en Jesucristo. (3) El servicio implica todo lo que hace que el orden de trabajo de un buen siervo, la precisión, el esmero, la reverencia, un sentimiento humilde, un objetivo distintivo de agradar y honrar a Aquel a quien somos y a quien servimos. Para un hombre correctamente enseñado, el mundo entero es un templo, su corazón es el templo y toda la vida es el servicio de adoración.

J. Vaughan, Cincuenta sermones, novena serie, pág. 55.

Referencias: Salmo 45:13 . Expositor, tercera serie, vol. v., pág. 313; JM Neale, Sermones sobre pasajes de los salmos, pág. 140. Salmo 45:15 . J. Sherman, Thursday Penny Pulpit, vol. v., pág. 1.

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