Fíjense bien en sus baluartes, poniendo su corazón en las fortificaciones de la Iglesia, consideren sus palacios, las muchas y excelentes congregaciones en las que la Palabra y los sacramentos se usan en su pureza original, para que se lo digan a la generación siguiente, usando toda diligencia para que la fe de los padres se transmita inviolable a los hijos, y para que el corazón de los cristianos siga siendo verdaderamente morada de Dios por el Espíritu.

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