Me apresuraría a escapar, apresurándome con la mayor velocidad a un lugar de refugio, de la tempestad y la tempestad de viento, porque la violencia impetuosa de los enemigos pretendía su ruina. Tal era la situación en la que se encontraba David, no muy diferente de la que a veces amenaza a los cristianos incluso en nuestros días; de ahí su clamor suplicante.

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