La estadía de David con Aquis resultó en que se viera obligado a unirse al ejército filisteo en sus preparativos para atacar a Israel.

Es perfectamente natural que los señores filisteos protestaran contra este arreglo. Estaban familiarizados con la canción que había celebrado las victorias de David sobre ellos, y no se atrevieron a confiar en él entre ellos en el día de la batalla.

Aquis parece haber tenido una alta estima por él y un gran afecto por él, pero se vio obligado a ceder ante sus señores en este asunto. Por tanto, David fue despedido del ejército filisteo.

Quizás sea inútil especular cuál habría sido el resultado si se hubiera quedado. Con toda probabilidad en la crisis se habría vuelto contra aquellos con los que había luchado.

Este, sin embargo, no era el propósito de Dios, y en la actitud y acción de los señores filisteos tenemos otro ejemplo del dominio de Dios en los asuntos de los hombres. A través de él, David fue liberado de un enredo en el que se había metido en su exceso de miedo.

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