Las autoridades de Filistea convocaron ahora un concilio y buscaron el consejo de sus adivinos. Es sumamente interesante observar cuán unánimemente reconocieron la acción de Jehová. Independientemente de lo que hayan hecho los largos años por el propio Israel, es perfectamente seguro que el temor y el pavor de Jehová se había implantado en los corazones de los pueblos circundantes.

Los consejeros aconsejaron devolver el Arca, acompañada de ofrendas destinadas a indicar su reconocimiento de que las plagas de ratones y tumores constituían una visita de Dios.

El método de devolver el Arca tenía la naturaleza de un experimento, y los hechos que siguieron muestran cuán concluyentemente su propia prueba debe haberles demostrado que Dios había estado obrando. Cuando las vacas que tiraban del carro nuevo se dirigieron directamente a Beth \ -shemesh, fue claramente evidente que Dios estaba dominando. El hecho de que debían ir en silencio, bamboleándose a medida que avanzaban, era en sí mismo un hecho notable, ya que no habían sido entrenados para tirar de cargas.

El hecho de que se alejaran de sus becerros era aún más notable, y que así debían emprender su camino directamente a la primera ciudad de Israel fue concluyente. Josué de Bet-semes recibió el arca de una manera digna de un israelita. Rompió el carro por leña, mató las vacas para el sacrificio y adoró.

Además, tan celoso estaba por el honor del símbolo sagrado que golpeó a setenta hombres que, con ojos curiosos, se habían atrevido a intentar examinarlo.

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