Durante el reinado de Abías hubo una terrible guerra entre Judá e Israel. El rey mismo era malvado, como declara el Libro de los Reyes. Aquí, sin embargo, estaba hablando y actuando para su gente. Su discurso, en el que intentó persuadir a Israel de que se sometiera, es muy notable. Es una extraña mezcla de tergiversación y religión. La tergiversación se encuentra en su declaración del motivo de la rebelión de Israel, que culminó con la coronación de Jeroboam. Atribuyó la rebelión a la influencia de hombres malvados a quienes describió como "hijos de Belial".

Cuán a menudo, en el transcurso del tiempo, los hombres tergiversan las razones de las cuales surgen las diferencias. No hay duda de que los contrastes que estableció Abías entre las naciones eran verdaderos, y que Judá representaba más de cerca el verdadero ideal de la nación de Dios que Israel. Sin embargo, esto no justifica su tergiversación del verdadero comienzo del descontento en Israel. Desde el punto de vista de la justicia, la condición de Israel era deplorable y Jeroboam era una verdadera encarnación del mal.

Su método de guerra, como se registra aquí, era mezquino y despreciable. Sorprender a un enemigo de una emboscada en medio de una conferencia es inexpresablemente perverso. El mismo Dios de las naciones actúa, y el poder de Jeroboam fue destruido por completo por la victoria de Judá.

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