En este capítulo y en el siguiente tenemos el relato de la construcción y mobiliario del Templo. En todos los aspectos fundamentales, estaba en el modelo del Tabernáculo que Moisés había hecho. Las proporciones y relaciones eran idénticas, pero el Templo de Salomón era más grande. Su simbolismo era exactamente el mismo, aunque su magnificencia era mucho mayor. Sin embargo, se admitió la ornamentación que habría interferido con el mandato expreso de que no se intentaría ninguna semejanza con Dios.

Era una morada para el Dios invisible, y su estructura era representativa de la forma en que el hombre se acercaba a Él más que reveladora de la naturaleza del Ser. Ese era un misterio más allá de la comprensión de la mente finita, y era un elemento distintivo en la religión hebrea que no intentó explicar. Salomón erigió esta casa gloriosa en el lugar elegido por su padre. Aquí se cuenta la historia con el fin de dar una idea gráfica y completa del esplendor de la propia casa.

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