Que la actitud de reverencia de Absalón ante David fuera fingida se prueba por su conspiración. Que Joab no se preocupaba personalmente por Absalón es evidente por su negativa a verlo más. La astucia de Absalón se manifiesta en que esperó y conspiró durante cuatro años, intentando siempre volver el corazón de la gente hacia sí mismo. Su falta de escrúpulos, además, se demostró en que cuando todo estaba listo para la acción, procedió al acto manifiesto de rebelión bajo la cubierta de la observancia religiosa.

Quizás no haya nada más patético en la historia de David que su huida de la ciudad. Se exhibieron casi todas las características esenciales del hombre. Sin embargo, en todo momento descubrimos la nota del espíritu castigado y humillado, que reconoció la justicia del sufrimiento que siguió a su pecado. Su magnanimidad se manifestó en su sugerencia a Itai, el filisteo, de que no era necesario que compartiera la desgracia de su dolor.

Sobre todo, su sumisión a Dios fue suprema; él dijo: "Si él dice esto, no me complazco en ti; he aquí, aquí estoy, que me haga lo que bien le parezca". Salió de la ciudad llorando, con la cabeza cubierta y descalzo, siendo estas cosas los símbolos de su penitencia. Sin embargo, incluso aquí era el hombre astuto y con visión de futuro, como lo demuestra el hecho de dejar atrás a Abiatar y Sadoc, los sacerdotes, y a Husai, su amigo.

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