La ocasión invariablemente encuentra al hombre tanto para el mal como para el bien. Sabá aprovechó la contienda entre Judá e Israel como una oportunidad para intentar dividir el reino.

Los ejércitos de David salieron contra Israel. Una vez más Joab aparece en escena, y la misma ferocidad implacable se manifestó en su asesinato de Amasa, junto con la lealtad continua a David, mientras procedía a sofocar la insurrección.

Esto se logró mediante la sabiduría de una mujer por la muerte de Saba. Así David fue restaurado a su verdadera posición, y la historia termina con el nuevo nombramiento de oficiales del estado. Joab mantuvo el cargo de comandante en jefe, habiendo asegurado este cargo con el asesinato de Amasa. Benaía fue nombrado jefe de la guardia personal del rey. Adoram fue nombrado tesorero nacional. Josafat se convirtió en cronista o historiador. Sheva fue nombrada escriba o secretaria de estado. Sadoc y Abiatar continuaron en el sacerdocio, e Ira fue nombrado sacerdote del rey o ministro principal.

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