Hay una ternura exquisita en la historia que aquí se registra. El amor de David por Jonatán aún estaba fresco. Uno puede imaginar fácilmente cómo en los días de su creciente prosperidad el rey a menudo pensaba en los extenuantes tiempos anteriores y en la lealtad de su amigo hacia él en circunstancias tan llenas de estrés y peligro.

Porque David, la casa de Saúl, que tanto le había hecho daño, fue redimido por su amor por Jonatán; e instituyó una investigación si quedaba alguien de esta casa a quien pudiera mostrar bondad por el bien de su amigo.

La investigación resultó en el hallazgo de Mephiboseth, cuya misma cojera era trágica y patética, ya que había sido causada por la huida de su nodriza en el terrible día de Jezreel, cuando su padre y su abuelo habían caído juntos.

Para él, el rey restauró las tierras de Saúl y lo sentó como invitado de honor a su propia mesa. El propio relato de David de su acción fue que deseaba "mostrarle bondad de Dios". Esta declaración recuerda las palabras del pacto hecho entre él y Jonatán mucho antes, en el que su amigo le había encargado que le mostrara "la bondad del Señor", y también que mostrase esta misma bondad con su casa para siempre.

En todo esto, David aparece como un hombre conforme al corazón de Dios. La actitud común de la naturaleza humana no permitiría tal acción. Siempre es la bondad de Dios la que amontona favores a los representantes de los enemigos.

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