El tercer discurso fue una descripción del juicio de Jehová. Esto comenzó con una lamentación por la virgen de Israel: "Cayó la virgen de Israel, no resucitará más, ha sido arrojada sobre su tierra, no hay quien la levante". Este lamento el profeta siguió con una secuencia de explicaciones, cada una introducida por la fórmula: "Así dice el Señor".

El primero declaró la próxima disminución de la población. Solo se salvaría un diezmo de ellos.

El segundo relató la historia de las llamadas pasadas de Dios al pueblo. Les había pedido que lo buscaran y vivieran. Ellos se habían negado, odiaban al reprobador en la puerta y aborrecían al que hablaba con rectitud. El resultado fue que oprimieron a los pobres y, en consecuencia, se determinó el juicio contra ellos. Y les llegó otra llamada para odiar el mal y amar el bien. El último anunció la condenación que sufriría el pueblo si se negaba a responder a las llamadas de la paciencia de Dios, y todo el procedimiento del juicio se resume gráficamente en la declaración: "Pasaré por en medio de ellos".

Finalmente, pronunció el doble ay. Se abordaron dos clases de personas pecadoras. Primero, aquellos que deseaban "el día del Señor", más evidentemente los hipócritas, según la descripción. Eran religiosos que celebraban fiestas, observaban asambleas solemnes, traían comida quemada y ofrendas de paz, cantaban canciones y cantaban melodías con violas; pero que, sin embargo, vivían una vida de pecado. Con tremenda fuerza, el profeta describió la actitud de Dios hacia tales personas: "Odio, desprecio.

.. No me deleitaré ... No aceptaré ... ni consideraré ... No escucharé. "El llamado de Jehová era para justicia y juicio." El día del Señor "para los hipócritas sería un día de tinieblas y destrucción.

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