El segundo discurso consiste en el llamado de Jehová al pueblo.

Comienza con una acusación severa y terrible de las mujeres. Se dirigió a ellos como "Víctimas de Basán", lo que revela la degradación de la feminidad al mero animalismo. El profeta describió sus acciones, declarando que oprimían a los pobres y aplastaban a los necesitados, y dijo a sus señores: "Traed y bebamos". Su destino sería que se los llevaran con garfios, es decir, con vergüenza y desamparo, y en presencia del juicio se refugiarían en una huida salvaje.

Luego pronunció la convocatoria final a la gente. En esta llamada había una pieza de sátira punzante. Debían venir a Betel para transgredir, a Gilgal para multiplicar la transgresión. Sus sacrificios debían ofrecer cada mañana en lugar de una vez al año, su diezmo cada tres días en lugar de cada tres años, su sacrificio debía ser leudado; debían hacer ofrendas voluntarias y publicarlas.

Entonces Jehová describió su paciencia y su perversidad. Les había hablado por hambre, por sequía, por voladuras y moho, por pestilencia y espada, por terremoto. Después de cada descripción, Jehová declaró: "Sin embargo, no me habéis vuelto". Todo esto culminó en un gran llamado: "Prepárate para encontrarte con tu Dios".

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