Continuando con su discurso, Moisés repasó el segundo movimiento desde Cades-barnea hasta Hesbón. Las notas que caracterizaron la descripción del primer período se encuentran también en esta revisión del segundo período. Todo lo que Moisés les dijo lo sabían sobre los hechos reales del largo y tedioso camino que habían recorrido en los agotadores años que ahora estaban llegando a su fin. La gran carga de su mensaje para ellos fue enfatizar el hecho de cómo, incluso en medio de una disciplina tan dolorosa y severa, todavía habían sido pensados ​​y guiados por Dios.

El regreso al desierto estaba bajo el mandato divino, y por lo tanto, a través de todo el camino tedioso, Dios todavía estaba con ellos y no les había faltado nada (versículos Deuteronomio 2:3 ; Deuteronomio 2:3 ).

Ahora, una vez más, a su orden, se estaban acercando a la tierra. Con este fin de la disciplina, Dios les dio la primera manifestación del poder que habían cuestionado cuarenta años antes, en el sentido de que puso el temor de ellos y el temor de ellos en los pueblos de la tierra.

Esta gran verdad de que Dios nunca abandona a Su pueblo, incluso cuando están soportando los castigos que Él impone como resultado de su incredulidad, está llena de consuelo para el corazón de Su pueblo para siempre.

Deuteronomio 3: 1-29

Aún continuando su revisión, Moisés se ocupó del tercer movimiento de Hesbón a Bet \ -peor. Al hacerlo, continuó enfatizando el hecho de que el poder de Dios se había manifestado claramente en todo momento. Les recordó que se habían apoderado de todas las ciudades contra las que se les había encomendado ir. Al hacerlo y al referirse a estas ciudades, usó las palabras que declaraban que estaban "cercadas con muros altos, puertas y rejas".

Es interesante recordar que cuando mucho antes se dio el informe de la mayoría de los espías, ellos habían declarado que las ciudades estaban "valladas y muy grandes" ( Números 13:28 ). Por lo tanto, el informe era hasta ahora correcto. Moisés les mostró ahora cómo a través de su primer movimiento victorioso contra tales ciudades, se puso de manifiesto el error del miedo que los había caracterizado en el pasado.

Hay un toque de patetismo en la forma en que Moisés se refirió a su propia emoción ante esta manifestación de poder y su deseo de ir y poseer la tierra. Si bien esto le fue negado, el castigo se mezcló con una tierna misericordia en el sentido de que se le permitió saber que su sucesor en realidad conduciría al pueblo. No puede haber duda de que el deseo supremo de Moisés era el deseo de lograr el propósito divino.

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