Un estudio de las profecías de Hageo y Zacarías hace perfectamente evidente que el cese de la obra de construcción era indigno de los hombres que habían comenzado. Juzgados por todos los estándares humanos, podían exponer con justicia las dificultades de la situación y la necesidad de obedecer el edicto del rey reinante. Juzgados por la norma divina, como dejan perfectamente claro todas las ardientes palabras de los profetas nombrados, no tenían derecho a cesar.

Bajo la inspiración de este mensaje profético, el gobernador y sacerdote, Zorobabel y Toshua, reanudaron la obra. Pero tan pronto como comenzaron, surgió oposición y fueron desafiados. Sin embargo, no prestaron atención a este desafío, y la razón se expresa gráficamente: "El ojo de su Dios estaba sobre los ancianos de los judíos". No debemos suponer ni por un momento que esto fuera algo nuevo.

Ese ojo siempre había estado sobre ellos, pero a través de la enseñanza de los profetas y su llamamiento conmovedor, su conciencia de relación con Dios había sido renovada nuevamente; y siguieron adelante a pesar del desafío de sus enemigos, decididos a no cesar hasta que el asunto fuera presentado a Darío, el nuevo rey. La copia de la carta que le envió Tattenai se conserva para nosotros y es muy interesante.

Difícilmente es posible leerlo sin sentir que en la mente de este enemigo de la obra había alguna sospecha de un sentimiento amistoso que existía en la mente del rey hacia los judíos. Sin embargo, parecería que no creía su historia sobre el edicto de Ciro, y apeló al rey para que lo buscara y lo presentara si existiera.

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