La siguiente profecía estaba dirigida contra la falsa actitud de ánimo que prevalecía entre el pueblo exiliado, que se había expresado en un proverbio: "Los padres comieron uvas agrias, y los niños tienen los dientes de punta". Con el uso de este proverbio tenían la intención de echar la culpa de su sufrimiento actual a sus padres. Aun reconociendo todo el mal que les había sobrevenido como resultado del pecado, mantuvieron la actitud de inocencia ofendida, declarando, en efecto, que estaban soportando el castigo de los pecados que no habían cometido.

Esto el profeta negó, primero al exponer principios ilustrativos que pueden resumirse así. Todas las almas tienen trato directo con Dios, ya que son Suyas. El justo vive. Muere el hijo impío de un justo. El hijo justo de un impío vive. En términos inequívocos, el profeta declaró deliberadamente que el hijo no carga con la iniquidad del padre, ni el padre con la del hijo.

En esta primera línea de argumento para refutar el falso proverbio, el profeta puso todo su énfasis en la responsabilidad personal. El argumento es a la vez una revelación de la estricta justicia de Dios al tratar con los hombres, y de la oportunidad y obligación del hombre de tratar inmediatamente con Dios.

Luego, el profeta procedió a mostrar cuán graciosa es esta oportunidad. Si el impío se vuelve de la iniquidad a la justicia, sus pecados serán perdonados y vivirá, porque a Jehová no le agrada la muerte del impío. Por otro lado, si el justo se vuelve de su justicia al pecado, su justicia pasada no sirve de nada y morirá. Israel declaró que el camino de Jehová no era igual. A esto, Ezequiel respondió que los caminos de Israel eran desiguales, y que lo que parecía ser desigual en el juicio de Dios era el resultado de la desigualdad de su actitud hacia Él.

Entonces, el profeta hizo un llamamiento a la casa de Israel para que se apartara de la transgresión y declaró nuevamente que a Jehová "no le agradaba la muerte del que muere". La responsabilidad y la oportunidad de un pueblo pecador se establece en el llamado a hacerse un corazón nuevo y un espíritu nuevo, y en la declaración de que al volverse vivirían.

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