La siguiente profecía trató sobre los pecados de Samaria y Jerusalén bajo la figura de dos mujeres, Aholah y Aholibah. El profeta primero describió sus pecados. Samaria fue acusada de infidelidad en su confederación con los asirios porque se dejó seducir por su riqueza y su fuerza, por su lealtad a Jehová. También le recordó su antigua confederación con Judá. Como consecuencia de este doble pecado, fue entregada a los asirios que la vencieron y la oprimieron.

El pecado de Jerusalén fue aún más atroz que el de Samaria, y eso a pesar del juicio que ella había visto caer sobre Samaria. También se alió con Asiria y, posteriormente, más directamente con Egipto, donde violó su Pacto con Jehová. Por tanto, Jehová también levantó contra ella a aquellos con quienes había estado en alianza impía, y los puso contra ella con toda su fuerza, y permitió que la despojaran y la despojaran.

Siguiendo el mandato de Jehová, el profeta pronunció juicio sobre Aholá y Aholibá. En un lenguaje terrible, volvió a describir la maldad de las alianzas formadas entre estas dos ciudades y las naciones circundantes. Los justos los juzgarían con el juicio de adúlteras. Bajo la figura del método hebreo de lidiar con el pecado de adulterio, a saber, la lapidación, el profeta describió una asamblea contra estas ciudades, llevando a cabo este juicio y destruyendo al pueblo por completo.

Nuevamente se declaró que el propósito era hacer cesar la lascivia de la tierra en interés de otras ciudades aquí mencionadas bajo la figura de mujeres, todo esto todavía para vindicar el honor de Jehová.

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