A continuación, el profeta describió el nuevo orden comparando el monte Seir con las montañas de Israel. Jehová se anunció a sí mismo como contra el monte Seir y extendiendo su mano para convertirlo en desolación y asombro. El pecado del monte Seir había sido una enemistad perpetua y persistente hacia los hijos de Israel, y eso incluso en el momento de su calamidad. Por tanto, su juicio sería desolación perpetua. El monte Seir había deseado poseer las tierras de Israel y Judá. Y a causa de su envidia, el juicio caería sobre ellos y serían desposeídos de sus propias tierras y quedarían desolados.

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