En contraste con el monte Seir, el profeta colocó los montes de Israel, mientras les comunicaba la palabra del Señor. Habían sido el desprecio de sus enemigos, que los habían desolado y se los habían tragado. Por tanto, Jehová procedería contra estos enemigos y libraría a Israel de su opresión. Como resultado de tal liberación, toda la tierra, sus montañas y sus colinas, sus cursos de agua y sus valles serían abundantemente fructíferos. Se multiplicarían los hombres, se habitarían las ciudades y se construirían los lugares desolados.

En medio de esta promesa de liberación viene una gran revelación del secreto de todo: "He aquí, yo soy para ti". Luego se le encargó al profeta que explicara esta predicción de la restauración final afirmando primero que su propio pecado causó su sufrimiento.

Luego, de nuevo y con mayor claridad, declaró el motivo de su restauración. Jehová tuvo piedad de Su santo nombre, y tanto por la reprobación como por la restauración avanzó hacia la santificación de Su nombre entre las naciones.

El profeta luego declaró el método de su restauración. Reunidos por Dios de todos los países, las personas serían limpiadas interior y espiritualmente, y serían capacitadas para hacer lo correcto al ser llevadas a una nueva comunión con el Espíritu de Dios.

Los resultados de la restauración serían su arrepentimiento y el regreso de toda esa prosperidad que por el pecado habían perdido y, en consecuencia, una renovación de su testimonio a las naciones alrededor de la verdad acerca de Jehová.

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