Hebreos 9:1-28

1 Ahora bien, el primer pacto tenía reglamentos acerca del culto y del santuario terrenal.

2 El tabernáculo fue dispuesto así: En la primera parte, en lo que llaman el lugar santo, estaban las lámparas, la mesa y los panes de la Presencia.

3 Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo que se llama el lugar santísimo.

4 Allí estaban el incensario de oro y el arca del pacto enteramente cubierta con oro. En ella estaban un vaso de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció y las tablas del pacto.

5 Sobre ella, los querubines de la gloria cubrían el propiciatorio. De todas estas cosas no podemos hablar ahora en detalle.

6 Estas cosas fueron dispuestas así: En la primera parte del tabernáculo entraban siempre los sacerdotes para realizar los servicios del culto.

7 Pero en la segunda, una vez al año entraba el sumo sacerdote solo, no sin sangre, la cual ofrecía por sí mismo y por los pecados que el pueblo cometía por ignorancia.

8 Con esto el Espíritu Santo daba a entender que todavía no había sido mostrado el camino hacia el lugar santísimo mientras estuviese en pie la primera parte del tabernáculo.

9 Esto es una figura para el tiempo presente, según la cual se ofrecían ofrendas y sacrificios que no podían hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que rendía culto.

10 Estas son ordenanzas de la carne, que consisten solo de comidas y bebidas y diversos lavamientos, impuestas hasta el tiempo de la renovación.

11 Pero estando ya presente Cristo — el sumo sacerdote de los bienes que han venido, por medio del más amplio y perfecto tabernáculo no hecho de manos; es decir, no de esta creación —

12 entró una vez para siempre en el lugar santísimo logrando así eterna redención, ya no mediante sangre de machos cabríos ni de becerros sino mediante su propia sangre.

13 Porque si la sangre de machos cabríos y de toros, y la ceniza de la vaquilla rociada sobre los impuros, santifican para la purificación del cuerpo,

14 ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará nuestra conciencia de las obras muertas para servir al Dios vivo!

15 Por esta razón, también es mediador del nuevo pacto, para que los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna, ya que intervino muerte para redimirlos de las transgresiones bajo el primer pacto.

16 Porque donde hay un testamento es necesario que se presente constancia de la muerte del testador.

17 El testamento es confirmado con la muerte, puesto que no tiene vigencia mientras viva el testador.

18 Por esto, ni aun el primer testamento fue inaugurado sin sangre.

19 Porque habiendo declarado Moisés todos los mandamientos según la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos junto con agua, lana escarlata e hisopo, y roció al libro mismo y también a todo el pueblo

20 diciendo: Esta es la sangre del pacto, el cual Dios les ha ordenado.

21 Y roció también con la sangre el tabernáculo y todos los utensilios del servicio

22 pues, según la ley, casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón.

23 Era, pues, necesario purificar las figuras de las cosas celestiales con estos ritos; pero las mismas cosas celestiales con sacrificios superiores a estos.

24 Porque Cristo no entró en un lugar santísimo hecho de manos, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora delante de Dios a nuestro favor.

25 Tampoco entró para ofrecerse muchas veces a sí mismo, como entra cada año el sumo sacerdote en el lugar santísimo con sangre ajena.

26 De otra manera, le habría sido necesario padecer muchas veces desde la fundación del mundo. Pero ahora, él se ha presentado una vez para siempre en la consumación de los siglos para quitar el pecado mediante el sacrificio de sí mismo.

27 Y de la manera que está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después el juicio,

28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para quitar los pecados de muchos. La segunda vez, ya sin relación con el pecado, aparecerá para salvación a los que lo esperan.

Debido al mejor sacerdocio y al mejor convenio se establece una mejor adoración. Primero, se describe el santuario. Cristo se presenta como Aquel que ha entrado en un Tabernáculo más grande a través de un servicio mayor. Su entrada al Lugar Santo es "una vez para siempre", porque Él ha tratado con el pecado para siempre.

Se enfatiza la superioridad del sacrificio, porque es capaz de "limpiar la conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo". Las palabras utilizadas aquí para describir el misterio central de la redención son fascinantes. Cristo es visto sugestivamente como Sacerdote y Sacrificio. Se ofreció a sí mismo: "por el Espíritu eterno".

Sobre la base de este gran sacrificio, el nuevo sacerdote había entrado en el Lugar Santo. Un testamento o un pacto siempre se vuelve operativo a través de la muerte. Moisés había iniciado el servicio del tabernáculo antiguo mediante el derramamiento de sangre. Así que Cristo, "una vez al fin de los tiempos", habiendo "quitado el pecado mediante el sacrificio de sí mismo", inició un nuevo pacto de vida a través del portal de la muerte.

El pensamiento preeminente en esta sección es que ahora en el sacerdocio de Cristo se proporciona un lugar de adoración, no localizado e ilimitado. Dondequiera que se encuentre el alma que vendrá a Dios a través de Él, allí estará Él como Sacerdote, con el valor de Su propio sacrificio, proporcionando redención y aceptación; y, además, habiendo agotado el juicio en el proceso de Su muerte, se esconde del juicio venidero a todos los que confían en Él, cambiando el pavor de ese terrible acto en la gloriosa esperanza de Su propia segunda aparición.

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