Sigue la historia de la persecución que esta acción provocó contra él. Pasur escuchó la profecía y, golpeando al profeta, lo arrestó y lo encarceló. Al día siguiente, cuando Jeremías fue sacado del cepo, repitió su profecía de juicio, destacando a Pasur para una atención especial, declarando que sobre él recaería el castigo más severo.

En medio de esta persecución y sufrimiento, el profeta derramó su alma en la presencia de Jehová. Consciente de que se había visto obligado a declarar estas cosas, se quejó de que había sido el hazmerreír del pueblo y de que la palabra de Jehová lo había convertido en un reproche. Había declarado que no mencionaría a Jehová, ni hablaría más en Su nombre; pero la palabra se había convertido en un fuego ardiente y se había visto obligado a pronunciarla.

La tempestuosa condición de su mente se ve en que después de la queja hubo un repentino arrebato de confianza en el que declaró que Jehová estaba con él, que sus enemigos no prevalecerían, y pidió un cántico de alabanza a causa de la liberación.

Esto, sin embargo, fue seguido inmediatamente por un estallido de miedo, que contrastaba extrañamente con su antigua confianza. Maldijo el día de su nacimiento y lamentó la continuidad de su vida. Esto nos revela cuán terribles fueron los sufrimientos por los que pasó este hombre.

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