Los capítulos treinta y cuatro y treinta y cinco contienen profecías del asedio. Los ejércitos de Nabucodonosor estaban alrededor de Jerusalén, y Jehová declaró a Sedequías que el rey de Babilonia tendría éxito, que la ciudad sería tomada y quemada con fuego, y que él mismo sería llevado cautivo a Babilonia. Sin embargo, la palabra de Jehová acerca de Sedequías era que no moriría a espada, sino en paz.

La siguiente profecía es una denuncia del rey por el falso pacto que había hecho con los siervos y las siervas. Se les prometió la libertad, pero se vieron obligados a volver al sometimiento y la esclavitud. Este fue un pecado contra el pacto expreso que Dios había hecho con su pueblo, que los esclavos serían liberados cada siete años.

Debido a esta ruptura del Pacto y la opresión del pueblo, Jehová los arrojaría, como declaró satíricamente el profeta, a la libertad de la espada, la pestilencia y el hambre. En esta profecía, uno de los pecados que caracterizó la época es claramente manifiesta: la opresión de los pobres y los desamparados, contra la cual se presenta gráficamente la indignación de Jehová.

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