Hasta ahora, Juan ha registrado incidentes en el primer año del ministerio de nuestro Señor. Llegamos ahora a una sección comparativamente breve en la que registra sucesos sucesos en los dos años centrales y abarrotados. Llegó a Jerusalén en la fiesta de los Tabernáculos. Su fama se había extendido y allí se discutía acerca de Él. Habiendo llegado, enseñó en los recintos del Templo. Al hacerlo, reprendió su actitud y se refirió al milagro realizado en una ocasión anterior en los pórticos de Betesda.

En el último día de la fiesta, se puso de pie y pronunció su gran discurso sobre el fluir de los ríos, afirmando que podía saciar la sed y, además, que aquellos que recibieran tal satisfacción de Él deberían convertirse en canales a través de los cuales los ríos desbordados debería pasar.

Las autoridades religiosas habían enviado oficiales para arrestarlo, pero indudablemente debido a la maravilla de su discurso no pudieron hacerlo, porque cuando se les preguntó por qué habían fallado, dijeron: "Nunca un hombre ha hablado así". En este punto se alzó una voz en Su defensa, la voz de Nicodemo.

Al final del día, "cada uno se fue a su casa".

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