Salmo 125:1-5

1 Canto de ascenso gradual. Los que confían en el SEÑOR son como el monte Sion, que no se derrumba, sino que está firme para siempre.

2 Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, así el SEÑOR está alrededor de su pueblo desde ahora y para siempre.

3 Porque el cetro de la impiedad no reposará sobre la posesión de los justos, no sea que los justos extiendan sus manos a la iniquidad.

4 Haz bien, oh SEÑOR, a los buenos, a los que son rectos de corazón.

5 Pero a los que se apartan tras sus torcidos caminos, el SEÑOR los llevará junto con los que obran iniquidad. ¡Sea la paz sobre Israel!

Los peregrinos vislumbran por primera vez la ciudad hacia la que se dirigen sus rostros. El viaje no ha terminado, pero desde algún terreno ventajoso allí en la distancia se ve el hogar del corazón. Está fundada sobre roca y se destaca en toda la majestuosidad y fuerza de su posición segura. A su alrededor están las montañas, protegiéndola de sus enemigos. Sobre él está el trono de Dios, asegurando un gobierno que le da a los justos su oportunidad. Es una imagen ideal, pero verdadera en cuanto a la intención divina.

Sin embargo, no es por el hecho material que los peregrinos cantan. Todo eso no es más que un símbolo de la seguridad, la protección y el gobierno de las personas que confían. Jehová es su cimiento de roca, su protección que lo abarca, su Rey entronizado. En él está toda su fuerza y ​​confianza, y en el camino, con la ciudad vista de lejos, de él cantan.

El cántico se funde en una oración para que Él ejerza en su favor toda esa guía y liberación de la que se jactan. Como en la canción anterior, miraron hacia atrás a aquello de lo que habían escapado, en esta esperan con ansias aquello a lo que se dirigen; y en cada caso su cántico es de Jehová. Esta es una verdadera retrospectiva y perspectiva, y ambas ministran la fuerza de la peregrinación.

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