Este salmo habría sido escrito en un día en que se había realizado alguna liberación divina para el pueblo de Dios. Sin embargo, el cantor es consciente de que en el corazón del pueblo subsisten disposiciones que no están en armonía con la voluntad de Dios; y por lo tanto, permanece con ellos una muerte y una falta de alegría. Y aún más, confía en que Dios, Jehová, tenía los mejores y más elevados propósitos para los suyos; y además, que cumplirá estos propósitos.

Estos tres asuntos son evidentes en el movimiento triple de acción de gracias ofrecida (vv. Sal 85: 1-3), de petición presentada (vv. Sal 85: 4-7), y de confianza afirmada (vv. Sal 85: 8- 13). En la acción de gracias se recuerda la relación entre el cautiverio y el pecado, y se declara el fin del primero por el abandono del segundo. Sin embargo, la imperfección de su lealtad genera la larga disciplina del dolor y la vergüenza, y la oración es que Dios vuelva a la gente hacia Él.

Y esta es sin duda Su voluntad, porque cuando hace una pausa para escuchar lo que dirá Jehová, escucha palabras tiernas y llenas de gracia que hablan de la salvación, primero en el ámbito espiritual y luego en el material. En este salmo que respira el espíritu de la tierna compasión de Dios, el nombre de Jehová es el predominante.

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