El propósito principal de este salmo se revela en la oración con la que concluye (vv. Sal. 90: 13-17). Esta oración está precedida por una meditación sobre la fragilidad del hombre (vv. Sal. 90: 3-12), a la luz de la eternidad de dios (vv. Sal. 90: 1-2). Mediante este método de análisis hacia atrás obtenemos una concepción del esquema general del salmo que ahora nos permite tomar los tres movimientos en su secuencia ordenada.

La eternidad de Dios se describe en tres etapas. Primero, según lo medido por la historia de Su pueblo, Él siempre ha sido su morada. En segundo lugar, como medida por creación, Él era antes que todos. Finalmente, ya sea que la mente viaje hacia atrás o hacia adelante hasta el punto de fuga, Él sigue siendo Dios. Bajo esta luz, el hombre se ve en la fragilidad de su ser.

Para Dios, mil años son comparativamente nada, y en cada milenio los hombres aparecen y pasan en una secuencia tan ordenada como la de la hierba, pero en una vida tan transitoria. Esta fragilidad es más débil porque el hombre es pecador; y por lo tanto fuera de armonía con Dios. Sin embargo, esta misma eternidad de Dios es la esperanza del hombre en su fragilidad y pecado, y el corazón se eleva a Jehová en una oración para que las mañanas, los días y los años de vida breve se establezcan en verdadera relación con Él. La satisfacción, la alegría y el éxito en el trabajo deben provenir de la correcta relación del hombre en su fragilidad con el Señor eterno.

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