La visión del cordel de medir revela la condición de Jerusalén que resultará del derrocamiento de sus enemigos. El joven con un cordel de medir sale a medir la ciudad restaurada, y un ángel mensajero le impide hacerlo y, en lenguaje figurado, le dice que Jerusalén será tal que será imposible de medir.

La naturaleza de esa prosperidad se indica en la declaración de que la presencia de Jehová hará innecesarios los muros, y su extensión será tan vasta que hará que los muros sean imposibles. En vista de esta extraordinaria visión de la máxima prosperidad, el profeta llama al pueblo disperso a regresar y les dice que se regocijen de que Jehová morará en medio de ellos.

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