“Y deseando saber la causa por la que lo acusaban, lo llevé a su consejo, a quien encontré acusado por cuestiones de su ley, pero sin que se le imputara nada digno de muerte o de prisión”.

Explica cómo se esforzó por examinarlo, incluso llevándolo ante su Sanedrín, pero como resultado descubrió que simplemente se trataba de cuestiones de interpretación de la enseñanza judía y que Pablo no había sido acusado de nada que mereciera la muerte o cadenas. Una vez más se enfatiza la inocencia de Paul.

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