Apocalipsis 9:12

La Gran Voz del Cielo.

Este es un mundo en el que no hay que quedarse quieto. El progreso incesante es la ley de la naturaleza. Todo está sucediendo, y en nuestra vida lo sentimos a menudo, ya veces lo sentimos con tristeza; no hay pausa ni cese. Aquí, en verdad, no tenemos una ciudad permanente; nuestros pies no están sobre tierra firme; desde el nacimiento hasta la muerte somos arrastrados por una corriente rápida contra la que no hay lucha. Ahora bien, hay dos caminos por los cuales los hombres pueden avanzar: uno conduce hacia arriba y su fin es el cielo; el otro conduce hacia abajo, y su fin es la perdición.

I. La voz de Dios nos llega desde el cielo y nos dice: "Sube acá". La nueva voz de Dios no habla al oído, sino al corazón. Toda la Biblia es una gran voz del cielo. La Revelación nos proporciona una prueba continua de que es el camino ascendente que Dios quiere que elijamos entre los dos que tenemos por delante.

II. Una segunda voz que nos invita a subir al cielo es la de nuestro bendito Salvador. ¿Cuál fue la aparición completa del Redentor en la tierra sino una súplica ferviente, incesante y permanente de que los hombres se volvieran a Dios? Y el Salvador aún parece recordarnos Su aflicción y dolor terrenales, y susurrarnos: "Como no queréis, que todos los que resulten en vano, vengan acá".

III. También el Espíritu bendito añade su voz a lo que nos invita al cielo. Todo el alcance y el objeto de Su obra es hacernos aptos para el cielo, es una indicación de Su diseño y Su deseo de que vayamos allí. El Espíritu, el Purificador, a medida que nos hace más santos y mejores, preparándonos para una atmósfera más clara y una compañía más noble, susurra constantemente dentro de nosotros que debe haber una vida superior en la que la virtud sea perfecta, y otro mundo en el que los corazones serán puros.

IV. La voz de nuestros queridos amigos que se han quedado dormidos en Jesús nos invita a "subir acá". Pongamos los pies en la roca, y no demos un paso más en el mal camino, porque mañana puede terminar nuestro camino, y hoy es el tiempo aceptado.

AKHB, Pensamientos más graves de un párroco rural, pág. 283.

Referencia: Apocalipsis 11:12 . Spurgeon, Sermons, vol. ix., nº 488; W. Gledden, Christian World Pulpit, vol. xxvi., pág. 136.

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