Génesis 45:7

I. "Dios me envió antes que ustedes para preservarlos una posteridad en la tierra". José refirió todo el orden y el propósito de su existencia, todo lo que le había sido adverso, todo lo que había sido próspero en ella, a Dios. Sabía que la violencia y el desorden habían influido en su vida. ¿Qué tentación tuvo de pensar en ellos como de Dios? Al atribuirle un propósito distinto de bondad y bienaventuranza, ¡qué extraña perversidad habría sido pensar que cualquier cosa que hubiera estropeado la bondad y la bienaventuranza, cualquier cosa que se hubiera esforzado por derrotar el propósito, era Suya! Era la gran distinción eterna que un corazón cultivado, purificado, simplificado por la disciplina de Dios, confesó que no, le resultó imposible negar.

II. José comienza asegurando a sus hermanos que Dios había sido el ordenante y director de su historia, y que tenía un propósito en ella. Piensa que la obra especial para la que ha sido designado es preservar para ellos una posteridad en la tierra. José no tenía idea de que su preservación significara algo, excepto en la medida en que sirviera para el establecimiento y propagación de la familia del pacto. Por el bien de su familia fue enviado allí; debe actuar por ello, ya sea que someta a torturas a sus hermanos oa sí mismo.

III. Y así, ciertamente, estaba "salvando sus vidas con una gran liberación". Él estaba protegiendo contra la destrucción inmediata con la que el hambre los amenazaba; estaba protegiendo contra la destrucción más completa y permanente que estaban produciendo su propio egoísmo y sus crímenes.

IV. "Me ha hecho padre para Faraón", etc. José estaba manteniendo, según creía, una semilla en la que todas las familias de la tierra serían bendecidas. Pero aunque esta obligación fue la primera, no excluyó a la otra. Dios, que lo había enviado para salvar a su propia familia, seguramente también le había propuesto que fuera el padre del faraón y el señor de su tierra. Así juzgó José; en esa fe actuó.

FD Maurice, Los patriarcas y legisladores del Antiguo Testamento, p. 137.

I. Los sueños. Los sueños de Joseph reflejaban en el silencio de la noche las aspiraciones y ambiciosos pronósticos de futuro que acechaban su vida diaria.

II. La disciplina. José se encontró con desgracias, y esta experiencia le enseñó: (1) independencia ( por ejemplo, de su padre); (2) para servir esa lección tan necesaria para el poder; (3) ideas ampliadas; (4) la lección que sería a la vez la fuerza de su vida y la corrección de su vanidad, es decir, su absoluta dependencia de Dios.

III. El cumplimiento de sus sueños. (1) Se encontró con un éxito exterior. (2) Dos grandes cambios pasaron sobre su carácter. Aprendió a atribuir todo su éxito a Dios, y percibió el objeto por el que había sido elevado: "Dios me envió ante ti para salvarte", etc.

Obispo Boyd Carpenter, Contemporary Pulpit, vol. v., pág. 217.

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