Hechos 4:20

Aquí se nos presentan dos hechos espirituales: (1) que el verdadero cristiano ha escuchado del cielo lo que vale la pena repetir, y (2) que el Espíritu de fe impulsa al cristiano a repetir lo que ha escuchado.

I. Observe el orden en el que se colocan aquí las creencias religiosas y el discurso religioso. Hemos oído; y no podemos dejar de hablar. Este orden se ha invertido y el resultado ha sido muchas travesuras. Los hombres han sido entrenados para hablar antes de creer. La fe viene al escuchar la fe crece al escuchar, las dudas se disipan con la espera y la indagación. Habla falsa, habla apresurada, haz que cristianos, si te place llamarlos cristianos, como Ananías y Safira, e incluso Simón el Mago; pero el escuchar y escuchar en silencio hace que sean cristianos como Pedro, Juan y Pablo. Hablemos que creemos; pero primero creamos y luego hablemos.

II. Pero si bien es de la naturaleza de la fe inclinarse al habla, ese testimonio que es el objeto del habla cristiana, ejerce la misma influencia. Porque ¿qué es lo que el cristiano ha oído? Ha escuchado dichos fieles dignos de acogida, palabras de salvación, palabras de vida, palabras de Dios; la palabra de Dios a nuestro mundo caído y que perece. Su utilidad, su maravilla, la buena voluntad hacia el hombre que induce, la propia obligación consciente del creyente con el Evangelio, todo lo mueve a hablar.

Si la historia cristiana le parecía una fábula, la seriedad podría pedirle que se callara; si la doctrina cristiana fuera dudosa, la integridad impondrá el silencio, pero decimos que la tendencia de la fe del creyente en el Evangelio es impulsarlo a hablar.

III. Y además del impulso interno, existe una demanda externa de un discurso cristiano honesto, ilustrado y oportuno. El discípulo de Cristo cree lo que las multitudes que lo rodean no han oído: y como él detecta, por muchos síntomas, su ignorancia, el espíritu de fe dice: "Informales que hablen". ¿A qué compararemos al cristiano en medio de una comunidad ignorante? Es como una fuente en el desierto, es como un faro en una costa peligrosa; es como su Maestro cuando está rodeado por una multitud de enfermos y necesitados en Palestina. Para el pecado en todas sus formas, el cristiano conoce un remedio y tiene un remedio. Entonces no guardes silencio al respecto; pero de ello habla con inteligencia, amor, seriedad, pero de manera oportuna.

S. Martin, Westminster Chapel Sermons, primera serie, pág. 69.

Referencias: Hechos 4:21 ; Hechos 4:22 . Homiletic Quarterly, vol. iv., pág. 161. Hechos 4:23 . Parker, Contemporary Pulpit, vol. i., pág. 303.

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